sábado, 30 de marzo de 2013

Día 43: Wet Easter Weekend in Cork. (I) Saturday.

Amanecí cansada, pero era normal, después de haber salido la noche anterior. Así que me metí prisa y preparé unos bocadillos, me vestí e hice la maleta lo más rápido posible. Y después estuve un rato esperando a Inma en la parada del autobús, mientras observaba el display de los que estaban por venir, mientras iban pasando unos y otros y pasaba un frío atroz.

Llegamos a Busáras, una estación de Bus Êireann en el centro de Dublín, muy justas de tiempo para coger el autobús de las diez. Allí nos esperaba Laura, y nos dimos cuenta de que los demás compañeros llegarían más tarde. En el trayecto, que supuestamente duraba unas tres horas y media, pero que duró casi cinco, fuimos hablando y hablando, alternándonos para dar cabezaditas las tres y matowns o villages que merecerían otro vistazo, como Cashel, Cahir y Mitchelstown.

El camino lo pasamos entre charlas y alternando cabezaditas, maldiciendo haber escogido, sin querer, el asiento de los minusválidos, porque ni se reclinaba, ni tenía reposapiés para el que estaba detrás, que era mi caso. Por el camino descubrimos una Irlanda rural no tan verde como esperábamos y que la irlanda rural es más bonita que la urbana.

El día estaba nublado, pero la sensación no era mala, ya estábamos acostumbrados. Llegamos a Cork, que nos pareció algo industrial y oscura, por lo menos a mí (creo que fue porque entramos por el puerto) y cuando miré el móvil para localizar el hostel, me di cuenta de que estaba muy cerca de la estación (Benditas-malditas app de Android).

Bueno, primera gran diferencia entre Cork y Dublín, además del tamaño y del acento de la gente, es que en Cork hay cuestas, muchas. Y nuestro hostel, el Sheila's Cork Hostel, que por cierto en España sería considerado otra cosa por el nombre, está en lo alto de una cuesta. Como mi primera experiencia en un hostel, estuvo bastante bien, el recepcionista muy amable nos explicó un montón de cosas y nos dio un mapa de la ciudad, pero no os imagináis cómo quedó el pobre plano al día siguiente. También, por la hora nos recomendó nuestro primer destino. (El hostel no era una maravilla, pero en términos irlandeses estaba limpio y era cómodo, a pesar de algún que otro desperfecto).

A primera vista Cork muestra similitudes con Dublín, un río, que divide la ciudad, es una ciudad costera y el puerto. Como nos recomendó el recepcionista nos dirigimos hacia el centro de la ciudad, en busca del English Market, un mercado al estilo inglés en interior, muy interesante, porque allí descubrimos cosas como que en Irlanda también hay pescado y que aquí se paga por número de filetes que compras, no por kilos, como en España. También había unas tiendas de ropa muy chulas, y algo caras, la verdad, pero que con su estilo vintage enamoraban. Allí quedamos con nuestros compañeras de Beca de la ciudad y las esperamos tomando café en el restaurante del Market, que tenía un horario bastante restrictivo.

Llegaron las Corkianas justo después de que llegase el resto de nuestra expedición, Ainara, Pili y Antonio. Terminamos nuestro café volando, porque los camareros no dejaban de presionar con que estaban cerrando. Y después nos dirigimos de vuelta al Hostel para que nuestros compis dejasen sus cosas y planificar la noche.

Antes que nada decir que buscando el English Market, descubrimos que el centro de Cork, muy pequeño, por cierto, es la parte más "monumental" y artística, y que se encuentra entre dos ríos y que se puede ver en una hora de paseo, es decir, que en un día, puedes visitar la ciudad. Por lo que nos han dicho después, lo mejor de Cork son los alrededores, pero para eso se necesita transporte.

Laura frente a su Infierno de Pizza.
En el Hostel perdimos la pista a las Corkianas, de las que sólo tendríamos noticias ya a través del móvil. Y como ya tenemos horario irish, el hambre empezó a picar a eso de las seis y media de la tarde. Por lo que decidimos aprovechar las ofertas del Hostel, que ofrecía descuentos en una pizzería cercana y allí que fuimos, a por tres pizzas y unas cervezas, que tomamos en la sala común del Hostel (después descubrimos que tenía comedor en otra planta, pero bueno). Laura escogió una Pizza que se llamaba Inferno, así que ya os podéis imaginar (nunca había probado nada tan picante). Entre risas y juegos de mesa acabamos la tarde antes de ir a cambiarnos para empezar la noche.

Ainara se enfrenta a la 
Nos costó encontrar un local en el que poner el huevo, pues entramos en uno al azar y era bastante pijo y para gente mayor, muy mayor (yo ya no soy una jovenzuela, pero los que había allí ya no iban a cumplir más los sesenta, por lo menos en su mayoría), así que nos fuimos, y dimos unas cuantas vueltas hasta que Antonio le preguntó a un grupo de gente con el que nos cruzamos. Fuimos a un Pub que estaba abarrotado, con una especie de patio y en que había un concierto al que no podíamos entrar porque costaba la entrada. (Menos mal, porque como no iba nadie abrieron las puertas después y fue un penoso tributo a David Bowie). También repleto de abueletes bastante marchosos, el ambiente era mejor que en el otro y cuando acabó el concierto empezó a entrar gente joven y el dj puso funky music, así que la cosa mejoró bastante, tanto, que el ambiente fue increíble. Nos fuimos temprano, porque al día siguiente queríamos aprovechar para ver la ciudad.

To be continued...


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